jueves, 25 de agosto de 2022

No sabía decirlo, pero lo dijo.


No sabía decirlo, pero lo dijo.

Lo dijo mal, tal vez, pero de una extraña forma sintió que logró expresarlo.

Luego se quedó tranquila, y habló sobre otras cosas.

De todo, menos de política, pues terminaba mal cuando abordaba el tema.

Yo la entendía, por cierto, en ese punto.

De hecho, solíamos ser cómplices para evadir el tema cuando este estaba demasiado cerca de nosotros.

Debimos parecer cobardes, por supuesto, pero asumimos que ese era el costo.

Esta vez, por ejemplo, ella prefirió hablar de jabones, instalaciones eléctricas y cine húngaro.

Yo escuchaba, simplemente, y de vez en cuando anotaba algunas de sus palabras, pues me interesaban las conexiones que establecía entre sus ideas.

A veces, incluso, me parecía notar que a pesar de hablar de otros temas (o desde otros temas), ella hablaba igualmente de lo que parecía evitar hablar, y expresaba todo, aunque no dijese nada claro.

Por mi parte, esta vez, solo comenté algo cuando ella habló sobre el cine húngaro.

Apenas unas palabras sobre animaciones húngaras que había visto ahora último.

De Gyorgy Kovasznay y Orosz, principalmente.

Así, resultó que ella conocía una de Kovasznay, que había visto hacía poco por streaming.

Ambos, por cierto, recordábamos cosas algo distintas, sobre aquella película.

Sin embargo, como los demás no la conocían, aquello debió pasar desapercibido.

Así ocurre siempre, dijo ella esa vez, antes de cambiar nuevamente el tema.

Yo no estaba de acuerdo, pero asentí.

Todo estaba, casi, donde debía estar.

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