sábado, 13 de agosto de 2022

Como una tina.


Se desbordó como una tina. O como cualquier recipiente en realidad al que se ha llenado hasta los bordes y poco más allá. Pero claro, yo elijo pensar en una tina. O más bien: en los bordes de una tina. Los bordes de una tina vistos desde fuera, por supuesto. En su conjunto. Una tina desbordada, dejando caer aquello que ya no puede contener y que, por tanto, ha comenzado a dejar escapar.

Con todo, siento necesario precisar que aquello que cae desde la tina no es exactamente aquello que intenta ingresar a ella luego de estar llena. Me refiero a que, en el caso del agua, por ejemplo, no son exactamente los últimos centímetros cúbicos vertidos en la tina los que caen inmediatamente desbordados, aunque coincida el número de ellos, ciertamente, pero lo importante es que no son exactamente los mismos, que han pretendido ingresar.

En este sentido, por difícil o imposible que sea, ansío identificar el momento exacto en que la tina desbordada ha terminado de expulsar la última de las gotas con que fue llenada en primera instancia; es decir: ansío identificar el momento preciso en que la tina llena sigue estando llena, pero su contenido es completamente otro que el que estaba en ella en primera instancia.

Y es que recién ahí, pienso ahora, podría intentar comprenderla. Y mis manos volverían entonces a acercarse a ella. Y nos miraríamos a los ojos. Y podríamos hablar.

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