lunes, 15 de agosto de 2022

Listas de lo que no conoces.


I.

-Inténtalo si quieres -me dijo-. Allá tú… Igual no puedes hacer listas de lo que no conoces.

-Puedo -le contesté.

La observé.

Parecía molesta, pero estoy seguro que en el fondo no lo estaba.

Se puso de pie.

Se vistió.

Cuando hubo terminado se volvió hacia mí.

Su rostro no tenía ojos, ni orejas, ni nariz.

Solo boca.

Al verla, pensé que hubiese sido mejor que no tuviese nada.

También me preparé, entonces, para dejar aquel lugar.

A diferencia suya yo sí tenía ojos, pero mi boca se pegaba.

-No puedes hacer listas de lo que no conoces -repitió.

-Puedo -quise decir otra vez, pero no pude.

Desperté.

Busqué en la habitación.

Ella ya no estaba.


II.

Me costó años, finalmente, pero pude hacer la lista.

Enumeré lo desconocido a duras penas y terminé la labor.

Era una lista extensa, es cierto, pero eso no tenia que ver con lo arduo del trabajo.

Entonces, ella volvió aquella noche.

Junto a la boca tenía algo similar a una herida.

O tal vez, pienso ahora, le estaba brotando su primer ojo.

De todas formas, el punto aquí es que ella habló.

Y mientras lo hacía, yo intentaba hablar más fuerte, leyendo desde la lista.

Ella pareció sorprendida, en un inicio.

Sobre todo cuando adiviné su nombre.

-Tú no me has hecho lo que soy -dije entonces.

-Tú no eres -dijo ella, simplemente.

Desperté.

Busqué la lista.

Solo entonces, agregué la última palabra.

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