lunes, 29 de agosto de 2022

No sabe, de Chirico.


No sabe, de Chirico.

De Chirico no sabe.

Y todos saben que de Chirico no sabe.

Hasta él mismo, incluso, sabe que no sabe.

Pero al menos es honesto, de Chirico.

Me refiero que no miente, cuando no sabe.

Y eso, por supuesto, hace distinto a de Chirico.

Le da un valor extra, digamos, aunque no sepa.

Un valor que no tienen los otros.

Me refiero a qué, por ejemplo, si le preguntas dónde ir, a de Chirico,
es capaz hasta de hacer un mapa para explicar que no sabe.

Los demás, en cambio, mienten sin más,
sabiendo que no saben o sin saber, directamente.

Sin escrúpulo alguno, me refiero.

Mienten y no saben.

Mienten y mienten y no saben y no saben.

Se les nota a distancia.

Apenas uno ve que no son de Chirico se les nota de inmediato.

Hay señales, además. Otras señales.

Así, cuando mienten sin saber,
sus palabras resultan disonantes.

Repiten verbos, por ejemplo, al hablar, de forma excesiva.

Por lo mismo suenan extraño.

Producen cacofonías molestas, me refiero.

Y parecen derechamente estúpidos, hablando.

Lo describo aquí, principalmente, a modo de advertencia.

Si quieren, hasta puedo expresarlo en una máxima:

Mienten los que parecen estúpidos, pero no los genuinamente estúpidos.

Y de Chirico es genuino.

Aunque ciertamente, no lo sepa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales