lunes, 11 de julio de 2022

Seis errores graves cometió la griega.


Seis errores graves cometió la griega.

Probablemente tuvo varios más, pero lo cierto es que le perdí la pista.

Me asignaron observarla, porque tal vez… porque bueno…

Porque cabía la posibilidad, me dijeron.

Pero no creo, realmente, que haya sido ella.

Le perdí la pista, es cierto, pero es una conclusión válida, no una excusa.

Y es que los errores de la griega, a todas luces, eran demasiado comunes.

La revelaban incapaz, digamos, de cargar el peso con el que querían cargarla.

La griega era más sencilla.

Más simple para vivir y para errar.

Menos pretenciosa y capaz de lo que podía parecer a primera vista.

Seis errores graves le conté, y eso que se me perdió de vista.

Nunca sospechó, supongo, que la estaba observando.

Fue un procedimiento a distancia, indirecto en ocasiones… bien realizado.

Una evaluación limpia, en definitiva.

De hecho, pienso ahora, ella ni siquiera supo realmente, quién era yo.

Y no me refiero, simplemente, a que no haya sospechado que me había sido asignada.

Me refiero que no supo bien quién era yo.

De una forma parecida a la que, durante sus errores, desconocía también quién era ella misma.

Seis errores graves le conté, finalmente.

Esa será la primera frase de mi informe.

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