domingo, 17 de julio de 2022

Otro fondo, tras el fondo.


Cuando fui a vacunarme me dijeron que ya había ido. Y no se referían a la dosis anterior, sino que, en los registros, aparecía que me habían vuelto a vacunar recién hace un par de días. En esa misma sede. Yo alegué, por supuesto, explicando que aquello era imposible, pero ellos insistieron tanto que terminé creyéndoles. Hice espacio en mi mente, supongo, para incluir aquellos hechos que aparecían en sus registros y los dejé como una posibilidad, de la que poco a poco comencé a convencerme. Tanto así que incluso, por momentos, sentía que me dolía el brazo. Donde supuestamente me habían vacunado, me explico.

Siempre hago eso, por cierto, cuando ocurre algo así. No de gusto, aclaro, pero mi mente trabaja de esa forma. No es algo voluntario, me refiero, y sé también que no es adecuado ni sano, pero ese es el modo en que ocurre. Ahora lo explico de esta forma porque trato de entenderlo, pero sé, por supuesto, que no está bien. Y en el fondo (en el verdadero fondo, me animo a decir), sé también lo que es verdad.

El punto es que apenas pensado esto -o escrito en este caso-, no borro completamente la otra posibilidad. La dejo ahí, como en un posible doble o tercer fondo. La veo absurda, en principio, pero solo hasta que vuelve a aflorar. Y esto ocurre cuando estoy en silencio. Cuando mi mente trabaja por sí misma y no se preocupa tanto de lo absurdo que serían sus concusiones para los demás.'

Así es como escribo y dejo de escribir, en ocasiones. Y tal vez sea también la forma en la que vivo. Creyendo totalmente en una cosa y creyendo luego en otra. Viviendo plenamente, pero solo en posibilidades. Teniendo la fe absoluta, pero fijada en algo apenas posible. En algo que deja la posibilidad de otra verdad, siempre más al fondo. Y es que el fondo, como ven, siempre revela otro fondo. O puede hacerlo, al menos. Y solo entonces, por último, estaría el corazón.

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