sábado, 23 de julio de 2022

Inmune.


I.

Lo intentaron matar con pequeñas dosis de cianuro.

Pero, al parecer, se acostumbró al cianuro.

Se cuerpo volvió inmune, digamos.

¡Pobrecito…!

Evadió al destino, pero sin mérito.

Su cuerpo se volvió inmune.


II.

Como no entendió su desgracia y se vanaglorió de ella.

Insistió, ahora él, con otras fórmulas y venenos.

No detallaremos cuáles.

Puede el lector, si gusta, cambiar por otra la palabra cianuro en la primera sección.

Y entenderá de qué hablo.

Siguió así, sin entender su desgracia y hasta acrecentándola.

Y se vanaglorió de ella.

Digamos a su favor, no obstante, que nadie la entiende.


III.

¡Pobrecito…!

Acrecentó sus años bajo el peso del orgullo.

Seguro de su inmunidad y de sus actos.

Como si cada año transcurrido fuese además una hazaña.

¡Pobrecito…!

¡No hay mérito en ello…!, debimos advertirle.

Pero no dijimos nada.

Digamos a nuestro favor, de todas formas, que no nos hubiese escuchado.


IV.

Pasó el tiempo.

A veces, miraba extrañamente las palmas de sus manos.

Como si en las palmas de sus manos hubiese ojos, que observasen también su rostro.

Y el mundo se volcó sobre sí mismo, y se encorvó.

Como la espalda de un viejo.

¡Pobrecitos…!

El mundo y él, por supuesto.

¡Pobrecitos ambos…!

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