viernes, 15 de julio de 2022

Más tonto y más viejo.


No lo reconocí, en primera instancia. Íbamos hacia el metro, caminando juntos, y solo cuando me fijé que llevaba un libro de Jenofonte, lo reconocí.

-Más tonto y más viejo, -me dijo-. Soy yo, pero más tonto y más viejo.

Y claro, nos saludamos como viejos amigos.

Entonces, bajamos las escaleras, hacia el subterráneo. Íbamos en la misma dirección.

Hablamos de cosas vagas. Recuerdos breves. Entrecortados. Tuvimos algo de tiempo pues dejamos pasar dos trenes que venían llenos.

Yo también llevaba un libro, pero no recuerdo de qué.

Me preguntó sobre mi hijo.

Hablamos brevemente sobre una chica.

Comentó que había dejado de escribir hacía ya cuatro años.

Noté que parecía aliviado al decir esto.

-Te imaginaba más o menos así -recuerdo que me dijo, en un momento.

-¿Así cómo? -pregunté.

-No sé decirlo bien -comentó-. Ya te dije que estoy más tonto y más viejo.

Entonces llegó a la estación un tren que iba más vacío.

Decidimos subir.

Íbamos de pie, uno junto al otro, rodeados de otra gente.

-Si quieres intercambiamos libros -me dijo.

Como no sabía si bromeaba, contesté que no era mío, y sonreí.

Él se bajó en la estación siguiente.

-Más tonto y más viejo -volvió a decir, mientras bajaba.

Yo lo dejé partir.

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