jueves, 14 de julio de 2022

Según su lógica.


I.

No entendía por qué se reventaban los globos. Según su lógica, el aire debía salirse, simplemente, como en una fuga de gas. Tras escucharlo, le dimos explicaciones físicas y hasta buscamos videos que aclarasen el fenómeno, pero siguió diciendo que aquello era algo que no debía ocurrir. No según su lógica, al menos. En este sentido, desestimó nuestras explicaciones argumentando que eran posteriores al fenómeno. Una justificación, apenas. Algo así como una disculpa, nos dijo. Luego se fue.


II.

Tuvimos discusiones similares en otras ocasiones. No es que buscásemos tenerlas, pero llegaban igualmente. Por lo general, todo estaba bien hasta que el funcionamiento de algo, o la forma en que se producía un fenómeno le parecía extraño y entonces volvía a lo mismo. A que algo estaba mal, según su lógica. O su funcionamiento era erróneo. La forma en que se enciende un fosforo. Las vibraciones del celular. O hasta el nacimiento de un bebé. Entonces nosotros intentábamos explicar y él nos acusaba de disculpar al hecho. De justificar una manifestación errónea. Y de no tener, en última instancia, una lógica propia. Luego se iba, por cierto, como si hubiese querido tener siempre la última palabra.


III.

Una vez le reclamamos seriamente. Tenía derecho a tener su propia lógica, le dijimos, pero no a dejarnos abruptamente, al final de cada discusión. Le exigimos, entonces, que nos dejase alguna vez tener la última palabra. Tal vez así desarrollaríamos nuestra propia lógica, agregamos. Esa que él nos exigía.

Nos escuchó en silencio, aquella vez, sin decirnos nada. Nos preguntó si diríamos algo más. Dijimos que no. Luego se fue.

Solo entonces, recordé que yo me había echado un globo en un bolsillo, justamente para explicarle algo.

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