martes, 12 de julio de 2022

Arrendamos un cine por un mes.


Arrendamos un cine por un mes, para poder ver en él las películas de Truffaut.

Desde la medianoche hasta el mediodía, lo arrendamos.

Era un cine viejo que programaba dos funciones diarias.

Casi nunca iba gente a aquel cine.

Lo arrendamos por un precio módico, sin derecho a vender entradas, pero aceptamos pues nos servía para dormir.

Incómodos, es cierto, pero también es cierto que podías dormir tranquilo en aquel lugar.

Nunca reflexioné por qué, pienso ahora, pero sin duda podías hacerlo.

No tenía cocina, pero llevábamos un hervidor y cosas para comer, cada noche.

Yo escondía el hervidor debajo del segundo asiento de la octava fila.

Nunca, que yo sepa, lo descubrieron.

Lo arrendamos en principio por un mes, pero lo cierto es que fuimos renovando el acuerdo por casi un año y medio.

Me duchaba donde mis padres y lavaba mis ropas en la casa de un amigo.

Fue una buena época.

Terminamos con Truffaut y seguimos con Godard, con Varda y con Jacques Demy.

También veíamos otras cosas, pero los nombro a ellos porque le dieron cuerpo a ese tiempo.

Cleo de 5 a 7, incluso, le dio alma.

Antes de irme, definitivamente, vi tres noches seguidas Los paraguas de Cherburgo.

Ya llevaba un mes solo, por ese entonces.

Entonces me ofrecieron quedarme gratis y hasta pagarme un pequeño sueldo por hacer de guardia en aquel lugar.

No acepté, por supuesto.

Tampoco volví a ir, nunca más, por esa zona.

Nuestros nombres quedaron escritos, muy pequeños, en un muro oculto por una cortina.

No sé si aún existe, aquel muro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales