viernes, 29 de julio de 2022

Reclamo por el cuaderno de reclamos.


Voy temprano al lugar.

Espero.

Actúo.

Distintas cosas no resultan.

Ya no es temprano.

Ocurren otras variables que omito.

Entonces me acerco a una mujer, que está tras un mesón.

-Buenas tardes, -le digo-. Quisiera hacer un reclamo.

-¿Un reclamo? -pregunta.

-Sí, hace horas que estoy buscando donde dejar mi reclamo.

-¿Y cuál sería?

-¿Cuál sería mi reclamo, dice usted?

-Sí. Exacto.

-Pues, para empezar -digo-, mi reclamo es que no hay cuaderno de reclamos.

La mujer me observa con atención. Supongo que quiere saber si estoy o no bromeando.

-Intento ser claro -le insisto-. ¿Sabe usted dónde puedo anotar mi reclamo?

-Es que… creo que no tenemos dónde -dice ella.

La observo.

Me observa.

La sigo observando.

Ella se pone a hacer otras cosas.

-Si quiere decirme cuál es su reclamo especifico, puedo escucharlo -dice la mujer, volviendo brevemente a prestarme atención.

-¿A qué se refiere con mi reclamo especifico? -pregunto.

-Al primer reclamo -dice ella, algo displicente-. Que no haya cuaderno de reclamos es más bien un reclamo secundario, un extra… no es realmente su problema.

Me quedé pensando en eso.

Como notó que yo no respondía volvió ella a sus otras labores.

Yo razonaba, en tanto, y me parecía lógico que, si al reclamo original se le negaba su razón de existir o de ser visto, el problema mayor pasaba a ser justamente la falta de ese medio que posibilita su presencia, su manifestación. En otras palabras: el cuaderno de reclamos mismo.

-Que no haya cuaderno de reclamos es a todas luces u reclamo primordial no residual -dije entonces, serio y seguro de mis palabras.

Noté que ella había reído bajito, cuando me escuchó decir aquello.

-Si quiere se lo explico -agregué.

Ella se volteó hacia mí.

Hablamos.

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