miércoles, 20 de julio de 2022

El tren no se descarrila porque quiere.


I.

Algunos culpan al tren, pero el tren no se descarrilla porque quiere.

Aclaro que no se trata de una metáfora para quitar responsabilidad a alguna persona X que por alguna razón se descarrile y salga de la norma.

Hablo en realidad de una cosa tan abstracta que tal vez sea mejor quedarnos únicamente con la imagen del tren, evitando extrapolaciones:

El tren no se descarrila porque quiere.


II.

Tampoco se descarrila por el estado de las vías.

Aunque estas se encuentren dañadas, el tren no se descarrila por eso.

Más bien se descarrila -digo ahora, para no extenderme-, por el ir y venir de un lado a otro.

O porque lo llevan más bien de un lado a otro.

Porque sin razones claras, lo llevan.

Y el tren no exige, por supuesto, conocer un para qué.


III.

Aclaro, por último, que no he valorado acá el hecho mismo del descarrilamiento.

No he dicho que sea malo o bueno ni tampoco necesario, un hecho de ese tipo.

Me limito a expresar únicamente que no descarrila porque quiere.

Y que, si ha de cargar una culpa, esta debe ser de otra naturaleza.

Una culpa esencialmente propia, en principio.

Una de esas que incluso hace bien cargarlas.

Después de todo, ¿qué hace realmente el tren porque él mismo quiere?

¿Se han preguntado eso alguna vez?

Ahora recién, si quieren, pueden considerar al tren como una metáfora.

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