miércoles, 19 de enero de 2022

Una réplica.


Me dijo que nos juntáramos en Vicuña Mackenna con Américo Vespucio, junto a una réplica del cohete en que se realizó la expedición Apolo 11, que llevó -supuestamente-, al hombre a la luna hace poco más de medio siglo.

Supongo que la réplica del cohete quedó ahí desde que se conmemoraron los 50 años de aquel hecho, tras ser donada por un empresario de la comuna quien luego de no ganar una licitación -ya había obtenido varias, tras otros extraños aportes-, se negó a sacarla y la dejó ahí, a pesar de los reclamos del alcalde.

Me dijo, además, que nos juntáramos a una hora exacta, que por lo demás es fácil de identificar pues en el lugar hay un campanario que avisa la hora con sonidos que se perciben fácilmente en todo el sector.

Los sonidos de las campanas, por cierto, se reproducen a partir de una grabación. A pesar de esto, las personas suelen mirar las estáticas campanas mientras la grabación avisa, cada vez que se cumple una hora, el paso del tiempo.

De esto me enteré, por cierto, una vez llegado ahí, pues acostumbro llegar antes cuando debo reunirme con alguien, da lo mismo la situación o el contexto particular.

Fue entonces que, mientras miraba el falso cohete y descubría el inefectivo campanario, tomé la decisión de irme de aquel lugar, pues decidí que eso de las réplicas no era ni es lo mío.

No intenté, por cierto, explicar lo ocurrido.

Aunque tampoco es que hubiese, necesariamente, obligación de hacerlo.

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