jueves, 13 de enero de 2022

Un planeta que brilla y que no es una estrella.


Ella pensaba que en un lugar del universo debía haber un planeta que brillase por sí mismo y que no fuese una estrella. Tenía que haberlo, pensaba, si se pensaba en la gran cantidad de cuerpos que lo poblaban y las probabilidades que otorgaba aquella vastedad para la existencia de casi cualquier cosa.

Si bien parecía ser una imagen más poética que científica -y que ponía en entredicho el mismo concepto de planeta-, ella creía fielmente en ella, y hacerlo le daba cierta fuerza como si el creer en esa posibilidad fuese también una luz que mantenía encendida en sí misma.

Un planeta que se baste a sí mismo, explicaba. Que contenga la luz y el calor necesario para ser de cierta forma un universo en sí mismo. En otras palabras: una forma de existencia bella y autosuficiente.

Era extraño, pero escuchándola hablar, uno hubiese pensado que esos dos últimos términos (el de la belleza y la autosuficiencia) eran en realidad, para ella, una misma cosa. Una especie de planeta también, con luz dentro, me atrevería a decir, para reutilizar la imagen. Sí, en ese momento no lo comprendí, pero ahora entiendo que eso era.

La belleza de la luz de ese planeta radicaba en eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales