lunes, 10 de enero de 2022

Muchas cosas.


Muchas cosas, es cierto. Pero te confundes si piensas que hablo de tener. No sé tener. Pierdo todo, sabes. Dejo escapar. Extravío. Y claro, por eso mismo te digo “muchas cosas”. Pero lo digo como si dijera mucho tiempo. Muchas cosas entre aquel entonces y ahora. Muchas cosas que no quise atrapar. Que no intenté retener pues comprendí que no sabría hacerlo. Muchas cosas, te digo. Igual como alguien dice “mucha pena”, “mucho aire” o “mucha agua”. Mis manos no apresaron nada, ¿sabes? No supieron. Probablemente mis manos ni siquiera saben que son manos. O lo olvidaron ya. Y cuando lo supieron aprendieron que eso fue un engaño. O un equívoco, más bien. Muchas veces te vi, ¿sabes? Vi tu rostro en muchas cosas. Tu aliento en muchas cosas. Pensé que te desdibujarías en ellas. Que el tiempo haría su trabajo, como dicen por ahí. Pero muchas palabras tampoco aseguran nada. Espero que también tú hayas descubierto aquello. Después de todo, no tenemos muchas verdades, ni muchos corazones, ni muchas vidas. Todo lo que es mucho no es nuestro. Y sufrimos justamente porque no comprendemos eso a tiempo. Porque nos rodeamos de cosas. De sensaciones que queremos apresar. Muchas cosas, es cierto. Demasiadas cosas. No sabemos ser sin ellas. No sabemos quiénes ser. Mírame a los ojos. Inténtalo. Deja que huyan de ti muchas cosas. No hablo de tener o dejar de tener. Hablo de dejar ir. Tú sabes de qué hablo.

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