sábado, 15 de enero de 2022

Lo que hay que saber.


Sé nada o muy poco de lo que hay que saber, me dijo. Pero sin duda estoy bien enterado de todo aquello que acostumbra nombrarse como “saberes inútiles” o en el mejor de los casos “poco prácticos”.

¿Y eso es bueno o es malo?, le pregunté, tratando de entender a dónde quería llegar.

Es, me contestó. Solo es. No es ni bueno ni malo... Me cuesta explicarlo, pero lo que quiero decir es que no me siento mal con eso... Me refiero a que no sé lo que hay que saber, pero eso, sin duda, lo saben los otros, pues justamente hay que saberlo. Por ejemplo, si yo no sé lo que hay que saber es muy probable que tú lo sepas, así que yo puedo ir y directamente preguntártelo…

Pero dame un ejemplo concreto, le dije.

¿Un ejemplo concreto de algo que no sé y que hay que saber?, me preguntó.

Exacto, confirmé.

No puedo, me dijo. ¿Cómo pretendes que diga algo que no sé?

Pero es algo que debieras saber, alegué.

Claro, eso te decía en un inicio, pero yo no sé esas cosas, se excusó. Debieses ser tú, de hecho, quien me dijera qué es aquello que no sé ya que tú lo sabes, seguramente.

¿Y entonces?, pregunté.

¿Entonces qué?, replicó.

¿A que viene todo esto?, le dije. ¿A dónde querías llegar con aquello que decías?

¿Eso es algo que yo debiese saber?, me preguntó.

Por supuesto, le dije.

Pues con mayor razón no lo sé, me contestó. Ya ves, cómo solo sé cosas sin importancia.

Así veo, decidí decir, para no seguir con la discusión.

No. En realidad no ves, me replicó, como si quisiese forzar en mí otro tipo de respuesta.

Y claro, yo me enojé un poco y entonces le dije:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales