domingo, 9 de enero de 2022

Imposible, según R.


A veces R. llegaba un poco más oscuro. Menos optimista, digamos, aunque al mismo tiempo más locuaz. Como si hablando pudiese librarse de esa oscuridad que sabíamos le molestaba.

-Todo resulta imposible -decía entonces-. Imposible como la línea recta.

Callaba entonces por un momento esperando que alguno de nosotros se aventurase con alguna pregunta. Como si necesitase de una excusa para desarrollar explicaciones que siempre versaban sobre la imposibilidad de algo que, para nosotros al menos, resultaba posible y evidente.

Eso ocurrió, por ejemplo, con lo de la línea recta.

Así, tras lanzar su primera observación, pasó esa vez largo rato explicando por qué era imposible la línea recta. Detallaba razones mientras dibujaba en la superficie de una mesa recalcando que incluso, desde el mismo concepto, la existencia de este tipo de línea es un absurdo.

-Y desde el absurdo -seguía entonces-, es por extensión un imposible. Otro imposible, más bien… Uno más de todos los que nos rodean.

Así, explicando siempre a partir de analogías, R. acostumbraba explicar su pesimismo. Fundamentarlo ante nosotros. Hacerlo válido, de cierta forma.

Y es que, al hacerlo válido, lo cierto es que R. estaba sacando fuera de sí aquello que lo molestaba. Que lo oscurecía, como decía en un inicio.

Toda una terapia, digamos.

Y uno aquí, por supuesto, realizando la propia.

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