jueves, 6 de enero de 2022

Desmontar motores.

"Qupítale el ritmo, me dijo.
Asegúrate que incomode".


Desmontar motores.

Si le preguntaran qué quiere hacer en su vida él responde aquello.

Desmontar motores.

No sé qué imagina cuando lo dice, pero se ve alegre cuando lo hace.

Como si aquella frase -y la acción detrás de la frase-, tuviese un sentido oculto que solo él comprendiese.

Un sentido que, sin duda, le permite sostener en alto su propia vida.

O sentir que lo hace, al menos, mientras vuelve a sonreír y repetir la frase.

Desmontar motores.

Luego intenta explicar razones.

Esbozar ideas.

Y claro, yo intento comprender qué dice, mientras tanto.

Con esfuerzo, intento comprender.

Desmontar motores, repite varias veces.

Algo en qué gastar nuestra energía hasta que dormimos, cada noche.

Y es que desmontar un motor -para él, al menos-, debe ser similar a apagar la luz antes del sueño.

Eso es lo que entiendo que dice.

Entre otras cosas que no entiendo, eso es lo único que entiendo, me refiero.

Eso y esa frase que vuelve a sonar tras breves intervalos.

Desmontar motores.

Tal vez tenga razón, pienso entonces.

Tal vez sea esa una buena forma de poder conciliar el sueño.

Y desmontar el día, desde ahí, sea el método más eficaz para dormir tranquilo.

Desmontar motores, simplemente, hasta que el silencio sea blanco.

Hasta que el ritmo y la velocidad de todos sea la correcta.

Y entonces solo quede desmontar nuestras propias piezas.

Nuestros propios filtros, bobinas y engranajes.

Y entonces:

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