sábado, 22 de enero de 2022

El centro.


En la penúltima carta nos dijo que había encontrado el centro. Nos explicó que llevaba años buscándolo, aunque en realidad nosotros nunca le escuchamos hablar de eso, con anterioridad. La carta era confusa y por un momento pensamos incluso que se trataba de un engaño. Que al final del escrito nos iban a pedir dinero o algo así, aunque no ocurrió, por supuesto, nada de aquello. De hecho, ni siquiera podría decirse que la carta esa tuviese un final. Se cortaba abruptamente en mitad de una frase y luego estaba su firma, impresa más abajo, a modo de despedida. La leímos varias veces para sacar algo en limpio, pero lo único que logramos entender con claridad es lo que les comentaba en un inicio. Es decir, que había encontrado el centro. Ni siquiera decía de qué, pero parecía ser algo físico. Me refiero a que no hablaba de un centro propio, interno, sino de un centro mayor. No era “un centro”, sino “el centro” y eso lo repetía en varias ocasiones, como para reforzar la importancia de lo que había realizado. Así, sin siquiera despedirse y terminando abruptamente su escrito terminaba esa, la penúltima carta, en la que nos hablaba sin vernos y aparentemente desdibujándose también, él mismo. Está atrapado, en el centro, recuerdo que dijimos. E imaginamos que el centro era una especie de resumidero, por donde él terminaría desapareciendo, de un momento a otro.

La última carta, lo crean o no, llegó en blanco. En la única hoja dentro del sobre venían apenas unas líneas que no se tocaban en punto alguno. Y al final su firma.

Yo la guardé durante unos meses, para ver si con el tiempo la entendía.

Y entonces pasó el tiempo.

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