domingo, 2 de enero de 2022

¿Y la gente en el sótano?


Wingarden afirmaba que un hombre es lo que piensa que es. No lo que piensa de sí mismo, sino lo que piensa que es. Afirmaba esto y explicaba la diferencia entre estos pensamientos como si trazara una línea entre ambos.

No afirmaba muchas otras cosas -además de lo anterior-, Wingarden.

Lo extraño es que cuando intenta explicar diferencias entre dos “posturas”, como ocurre en el caso anterior, Wingarden parece fundamentar la diferencia entre ellas invalidando una, desde la otra; dejando en evidencia de esta forma cierta debilidad de ambas, y anulando desde ahí la prevalencia de cualquiera de ellas.

En otras palabras, podríamos decir que Wingarden nos advierte involuntariamente sobre lo peligroso que resulta ser el trazar líneas para racionalizar las bases de nuestras afirmaciones. Dejando claro, de esta forma, el costo que tiene para nuestras creencias el intento de explicación y de comprensión que queremos alcanzar.

Dónde sea que traces esa línea siempre estarás del lado equivocado, parece decirnos Wingarden, a este respecto.

Y claro, es entonces cuando debemos retrotraernos a la primera afirmación señalada en este texto. A saber: que Wingarden afirmaba que un hombre es lo que piensa que es.

Nótese aquí, por cierto, que yo mismo diferencio mi afirmación de la de Wingarden.

La diferencio, claro está, pero también la sustento, ya que mi afirmación consiste justamente en afirmar que Wingarden afirma que un hombre es lo que piensa que es.

Y ese es el proceso, justamente, del que quería en el fondo hablarles.

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