viernes, 21 de enero de 2022

Nací tres veces el mismo día.


Nací tres veces el mismo día. Tres veces yo, digamos. Lo comprendí entonces, tres veces, pero es entonces cuando hay que elegir entre esa comprensión o el entendimiento básico que te permite sobrevivir de forma tradicional, unificando tus nacimientos. O intentando hacerlo, al menos.

Elegí el entendimiento básico, por cierto, pero eso no niega que nací tres veces el mismo día. Lo desplaza, digamos, pero no lo borra. Te transforma en trenza, de cierta forma, pero el principio y el fin siempre permite recuperar los tres yo que somos, cada uno. Aunque en este caso solo yo.

Sí. Nací tres veces el mismo día. De una madre que también era tres madres y en un mundo que también era tres mundos. Todo funciona bien, pero el entendimiento ese que elegí -y que probablemente tú también has elegido-, hace que el mundo se desenfoque y de pronto ya solo puedes percibir uno. Y el universo se oscurece y los astros se transforman en platos. Y es tan fácil quebrarlo todo, que mejor olvidas. Esa es la forma de ir con cuidado, por defecto.

Mientras creces, sin embargo, te acercas a la comprensión que se traduce de pronto en morir tres veces. Tres veces el mismo día. Tres veces muerte. Y hasta hay algunos que aventuran, entonces, a intentar comunicarlo.

Aunque no sepan.

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