miércoles, 25 de agosto de 2021

Una isla con forma de riñón.


Conozco una isla pequeña. Con escasa vegetación y con un clima tal vez demasiado frío. Una isla deshabitada, digamos, y con forma de riñón. Hasta donde sé no tiene nombre y es designada apenas por una letra y un número. Recuerdo que eso me atraía, de cierta forma. No el poder ponerle un nombre, sino que fuese designada de esa forma, como el planeta del principito. Una vez, hace años, estuve a punto de irme a vivir a aquella isla. A esa isla con forma de riñón. Mi plan era estar allí unos meses, o un año tal vez. Había reunido los elementos necesarios para que eso pudiese hacerse y estaba -creía yo-, definitivamente convencido. Fue entonces que, en la etapa final para concretar ese proyecto me dirigí a hablar con un tipo que tenía una lancha, con quien pretendía negociar el traslado de algunas pertenencias, hasta la isla con forma de riñón. Vivía en un pueblo pequeño, de apenas unas casas. En una de ellas, que funcionaba como almacén, tenían a la venta unos cuantos libros. Al parecer, se trataba de libros que algunos turistas dejaban olvidados. De entre ellos compré uno de Haruki Murakami. Había leído solo uno de él, por ese entonces. El libro que compré traía relatos y me puse a leerlo mientras esperaba al hombre de la lancha. Lo abrí al azar y leí un libro que hablaba, extrañamente, de una piedra con forma de riñón. O sea, en realidad hablaba de un personaje, que tenía una piedra con forma de riñón. Del interior de ese personaje, incluso. Cuando terminé de leerlo llegó el hombre de la lancha y me preguntó si yo era el tipo que quería que me llevaran a una isla. Le dije que no. Que pocos minutos atrás había estado ahí el tipo ese, pero que al parecer había desaparecido. No hablamos nada más. Supongo que él regresó a su lancha y yo tomé otro camino. La isla con forma de riñón, en cambio, supongo que sigue estando, todavía, en el mismo sitio.

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