domingo, 15 de agosto de 2021

Tomaste el camino más corto.


Tomaste el camino más corto.

Pero no tomaste, necesariamente, el mejor camino.

No lo reconocerás, por supuesto.

Ni ante mí, en primera instancia, pero tampoco ante los otros.

Tendrás una actitud firme.

Desestimarás las opiniones o no darás, simplemente, espacio para ellas.

Y esa aparente fortaleza te hará sentir, por momentos, que estás en lo correcto.

Pero solo por momentos.

Así y todo, te dirás a ti misma que estás bien.

Sabes engañarte, de esa forma.

Ya lo has hecho, ¿recuerdas?

Por poco y me engañas a mí, incluso, interpretando ese papel.

Memorizaste tus líneas de manera perfecta.

Coordinante movimientos, memorizaste el escenario.

Pudo ser éxito, dirán los críticos.

Yo mismo te lo habría dicho, si hubieses revelado tu verdadero rostro, al hablar.

Pero tomaste, como decía, el camino más corto.

Tan corto que terminó por dejarte en el mismo sitio.

En el mismo lugar del que no has salido nunca.

Estática, ante la misma emoción.

Protegida, supuestamente, bajo una estructura rígida que no tiene bases.

Y es que ese es, en definitiva, el lugar del que no has salido nunca.

El camino corto.

El no-camino.

Llámale amor a eso, si así quieres.

Seguridad, nuevas oportunidades o dale el nombre que quieras.

Yo te observo desde lejos, simplemente, y te reconozco estática.

En silencio, te observo.

Mientras tu piel se aja y mi carne se pudre.

Y pareciera que llueve, aunque no llueve, en las afueras de una iglesia.

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