miércoles, 11 de agosto de 2021

Un transformer.


De pequeño me regalaron un transformer. Un juguete de unos de esos robots que se convertían en algo más, generalmente, en un tipo de vehículo. Venía en su forma de robot, en una caja de no muy buena calidad que revelaba a todas luces que se trataba de un producto alternativo, más al alcance de nuestro bolsillo. Como no traía instrucciones y además yo no sabía muy bien en que se transformaba -creo que debía transformarse en un auto azul, según descubrí después-, intenté cambiarlo de forma muchas veces, con cuidado, para no dañarlo. Lamentablemente, por más que lo intentaba no lograba hacerlo, y aunque el robot tenía varias articulaciones y partes que daban a entender que se transformaría alguna vez en algo más, lo cierto es que fue pasando el tiempo y lo cierto es que nunca logré hacerlo. No obstante, más allá de esa dificultad, lo que encuentro absurdo ahora es haber desestimado jugar con aquel regalo en su forma de robot, obstinándome en tratar de transformarlo en el vehículo, como si, sin ese cambio, el robot no hubiese valido nada por sí solo. Cómo sea, tras encontrar unas cajas entre las cosas de mis padres, descubrí hace unas semanas nuevamente el robot, que hoy he puesto en la biblioteca, cerca de los libros de K. Dick. Probablemente hoy, ya sea por mí mismo o ayudándome desde internet, podría descubrir cómo transformarlo, pero he decidido en cambio dejarlo así. Y comenzar a valorarlo, por primera vez, de esa forma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales