lunes, 2 de agosto de 2021

Eilif, el perdido.


Te lo encontrabas en las plazas, por aquel entonces. Sentado en una banca, generalmente. Con una expresión extraña, algo ausente, tal vez… como si esperase algo. Ya era bastante mayor en esos años y supongo que eso ayudaba a que uno lo mirase con respeto, y hasta nos atreviésemos a cruzar palabras con él, de vez en cuando. Fue así que supimos que se llamaba Eilif. O Eilif, el perdido, como le gustaba recalcar, sonriendo. No contaba detalles de su historia, pero de todas formas nos enteramos de algunas cosas. Todas dichas por él mismo, en todo caso, así que no pudimos nunca comprobar nada. Según él, por ejemplo, había nacido en Noruega y tenía ancestros vikingos. Estaba en Chile desde hacía al menos veinte años y decía que iba a morir pronto, peleando junto a un Dios. Esto último lo repetía bastante así que, con el tiempo, como no se cumplía su vaticinio, comenzamos a molestarlo sobre aquello. Siempre en un tono simpático y sin buscar hacerle daño, simplemente como algo que agregábamos al saludo, nada más. Le preguntábamos, por ejemplo, junto a qué dios iba a pelear, pero no respondía nada exacto. Solo decía que cualquiera le servía. Que esa era la forma correcta de morir, y no agregaba nada más. De todas formas, dejó de aparecer en las plazas hace unos años y, según me enteré por unos vecinos, murió de neumonía hace unos meses; aunque por temas de Covid apenas se supo, y no lo pudieron velar. Si antes de ello logró pelear junto a un dios, realmente no podemos saberlo. De esta misma forma, si murió o no de la manera correcta, será una incógnita más. Después de todo se trataba de Eilif, el perdido. Tal vez el dios al que iba a acompañar no supo encontrarlo, o él mismo, extraviado, no lo quiso buscar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales