miércoles, 4 de agosto de 2021

Un mail en blanco.


Tiempo después, ella me mandó un mail en blanco.

Cuando le pregunté por qué, me dijo que no le diera vueltas.

Que lo había hecho así pues no tenía nada qué decirme.

Eso me lo explicó por mail, ciertamente, luego que yo le contestara el suyo preguntándole qué significaba todo aquello.

Años atrás, por cierto, esta era una pregunta que iba de un lado a otro entre nosotros.

¿Qué quieres decir con eso?

¿Qué significa esa acción o ese silencio?

Y ya cerca del final, con mayor desesperación: ¿qué significa todo esto?

Recuerdo que al principio nos preocupábamos por explicarlo.

Éramos amables, elegíamos con cuidado nuestras palabras y hasta volvíamos al tema si era necesario.

Poco a poco, sin embargo, fuimos abandonando esta manía de explicar, y nos dijimos molestos uno al otro que todo se explicaba por sí solo.

Y que no había explicación posible luego de nuestras palabras, ni nuestros actos.

Extrañamente, si bien llegamos a esta “resolución” por no encontrar otras salidas, resultó ser una forma de actuar que nos permitió estar bastante bien, por algún tiempo.

Más silenciosos que de costumbre, digamos, pero a fin de cuentas nos permitió no discutir ni molestarnos mayormente, entre nosotros.

Así y todo -aunque no sabría, ni querría, explicar por qué-, nos distanciamos definitivamente poco después.

Eso hasta el mail en blanco y luego el mail con la renuncia a la explicación.

Y claro, me envió otros mails después, que ni siquiera elegí abrir, pues consideré que su contenido -de tenerlo-, iba a terminar significando nada en lo absoluto.

En el contenido de las cosas no está el significado, me dije entonces como si hubiese memorizado una lección.

Ni siquiera he intentado, comprender qué significa.

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