sábado, 21 de agosto de 2021

¿Por qué el perro ya no me acerca las pantuflas?


Me desperté una mañana como si fuese otro.

Como si fuese otro y yo estuviese de alguna forma dentro mío.

Escuchando a ese otro preguntarse sorprendido:

¿Qué pasa?

¿Por qué esa cara?

¿Por qué el perro ya no me acerca las pantuflas?

Y claro, yo que sé que soy otro.

Y que no tengo perro.

Ni menos pantuflas.

Me hubiese gustado contestar de alguna forma.

Y poner todo en orden.

Y posicionarme, otra vez,
aunque precariamente
al comando de mí mismo.

Me observé en cambio,
desde dentro,
intranquilo,
sin facultad ni dominio de mis acciones
hablando hacia un costado.

Hacia el lado de la cama vacía o,
más bien,
aquel lado de la cama
que permanece siempre
algo repleto de libros.

Me vi entonces confundido,
tomando aquellos libros y hojeándolos,
sin mayor cuidado,
tratando de comprender qué había pasado,
y me contemplé desesperado,
extrañamente desesperado,
pues todo estaba donde debía estar.

Todo salvo yo mismo, por supuesto.

Yo mismo y ese extraño comportamiento
que se desarrollaba ante mis ojos,
como tomado desde un modelo burgués,
algo manoseado,
por distintas series de tv o publicidad de antaño
a las que nunca, por cierto,
había prestado demasiada atención.

¿Qué más ocurrió esa mañana?

Pues no mucho más,
o no lo tengo en la memoria.

Aunque todo aquello que pudo suceder siguió,
probablemente,
aquella misma dirección.

De vez en cuando lo recuerdo
cuando me siento en mi cama, tras levantarme,
y observo el caos en que me encuentro.

Aunque prefiero eso, ciertamente,
a una compañía distinta
o a un perro que, moviendo la cola,
me traiga mis pantuflas,
o que aparezca con un diario que confirme,
que aquello en lo que creemos,
ciertamente,
nunca existió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales