domingo, 8 de agosto de 2021

Un nuevo lugar vacío.


El hombre estaba de pie, vociferando y gesticulando nerviosamente, llamando la atención de quien pasara cerca suyo. Lo que más repetía era que habían derribado su casa. Que sin previo aviso y sin razón alguna -según él-, habían derribado su casa. Yo trataba de escucharlo, desde cierta distancia, pero el hombre entregaba pocos datos específicos y tampoco me pareció que solicitara algo a quienes se acercaban. Lo que hacía más bien, aunque con esfuerzo, era contar su experiencia. Según entendí, el hombre había estado fuera de casa una temporada. Un tiempo breve, según él, luego del cual habría regresado y no logró encontrar nada. Ni siquiera rastros de lo que, según decía, había sido su casa. Se llevaron hasta los despojos, señalaba. No dejaron ningún resto. Absolutamente nada que demostrara que alguna vez, en ese lugar, había estado su casa. Se ha convertido en un lugar vacío, decía. Un vacío que, según acusaba, no llamaba la atención de nadie salvo la suya. Poco más le entendí a aquel hombre que, luego de un rato, pareció cansarse o resignarse un poco y se sentó en un paradero, cerca del lugar. Visto así, parecía un hombre común. Un poco derrotado y resignado, es cierto. Como podría llegar a estarlo -ante circunstancias similares, por supuesto-, cualquiera de nosotros.

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