martes, 10 de agosto de 2021

La cuenta, por favor.


Me gusta cuando, en un bar, restaurant o recinto similar, escucho a alguien pedir la cuenta. Y es que esa frase suele activar en mí una especie de señal, recordándome que, muy probablemente, estoy en ese instante en el sitio equivocado. Miro entonces a quien pidió la cuenta (y se decidió con ello a abandonar el lugar y pasar a otra cosa) y lo admiro un poco, en silencio. Y es que él o ella acaba de tomar una decisión que lo lleva a cambiar el rumbo -no de su vida, por supuesto-, pero al menos abre con esta frase un espacio que podría llamarse “de transición”, y con ello, la posibilidad de producir ciertos cambios o tomar ciertas direcciones que no necesariamente son las que se habían decidido previamente o parecían estar preestablecidas.

Admito, sin embargo, que este espacio “de transición” o esta posibilidad de cambio, o este punto a parte en la vida de alguien cuyo siguiente párrafo ha de desarrollarse en otro sitio, no necesariamente se traduce en un cambio ni mucho menos en una mejora, pero valoro al menos el quiebre de una situación que ha comenzado a holgarse demasiado y a perder -imagino-, su sentido, o el “sabor”, digamos, como cuando nos decidimos a botar un chicle.

Tal vez por eso, cuando suelo escuchar esta frase me contagio de esa supuesta valentía, e intento también marcar un quiebre con lo ocurre, ya sea pidiendo la cuenta o simplemente tomando una decisión contraria a la que había presupuesto anteriormente o eligiendo de entre todas, la opción que parece ser producto de la menor lógica.

No digo que funcione bien ni tampoco lo recomiendo (supongo que eso es distinto en cada uno), simplemente expongo una situación que -como casi todas-, parece tener un significado un poquito más esquivo. Y que a veces se nos escapa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales