Tengo fotos bañándome en un río que ya no existe.
Salgo horrible y hasta estoy desenfocado, pero ese no es el punto.
El punto es, como decía, que tengo fotos bañándome en un río que no
existe.
Quizá ahora, por lo mismo, ni siquiera cuente como haberme bañado.
Así, me despido de los cuestionamientos de Heráclito y me acerco a
otras ideas más básicas.
La desaparición de los caminos por donde alguna vez transitamos.
Y claro… recuerdo haberme preguntado lo mismo alguna vez viendo fotos
en la nieve.
O hasta esas fotos con amigos, que lamentablemente, también se han ido.
Lo peor de todo, sin embargo, es la falta de explicaciones.
Y es que exceptuando la nieve, no sé qué ha pasado con el río.
Y bueno, de los amigos muertos, también me quedan importantes cosas que
comprender.
Por lo mismo, a veces me es inevitable, sentir cierto miedo al bañarme
en otro río.
O miedo al establecer nuevos vínculos, o hasta caminar en la nieve.
Y es que quiero reconocer sitios en los que he estado.
Poder regresar al río o llamar simplemente a esos amigos.
No es imple cobardía, sin embargo.
No se trata solo de eso.
Se trata más bien de no poder dormir porque buscas apoyar la cabeza en
una almohada que no encuentras.
Así, de cierta forma sientes que te robaron el descanso.
Que te arrebataron la posibilidad de un abrazo.
Y claro... hasta la posibilidad del regreso.
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