domingo, 19 de octubre de 2014

Bajar de la cumbre.



Dos hombres suben a una cumbre. Usted le pone nombre a la cumbre y yo le pongo nombre a los dos hombres: Glucindo y Flenario.

Respecto a la llegada a la cumbre aclarar algunas cosas: Glucindo llegó primero y se ve alegre. Flenario llegó segundo, pero no le importa.

Con todo, Flenario no se ve tan alegre como Glucindo. Si quiere usted averiguar la razón puede subir y preguntarle. Yo, desde acá, me invento algunas respuestas.

-No estoy triste ni alegre –dice Flenario-. Es solo que pienso, y pensar a esta altura…

-¿Le afecta a usted la altura, Flenario? –pregunto.

-A Flenario no le afecta la altura –interrumpe Glucindo-. Flenario se refiere a estas alturas de la vida, ¿no es así?

-Es así y no es así –señala Flenario-. Pero déjenme descansar un poco.

Yo lo dejo.

Glucindo y Flenario dejan sus mochilas y se tienden un rato, en la cumbre.

Luego, ambos se ponen de pie y contemplan el horizonte.

 -El problema es este –dice entonces Flenario-. El problema es bajar de la cumbre.

-¿A qué se refiere usted? –indaga Glucindo.

-Al para qué –responde Flenario-. Me refiero a que teníamos una finalidad al subir, pero no sé realmente para qué bajar.

-¿No lo espera nadie allá abajo, Flenario? –vuelve a preguntar Glucindo.

-Me esperan y no me esperan –dice Flenario-. Pero que te esperen no es una finalidad, de todas formas.

Ambos se quedan en silencio y vuelven a contemplar el lugar.

-A mí también me pasa –dice entonces Glucindo-. Trato de no pensarlo, pero siempre que llego a la cumbre y pongo una bandera pienso que abajo no es lugar para clavar una bandera…

-¿Por qué? –pregunto yo.

-Porque abajo la bandera no significa nada –responde Glucindo-. De hecho, casi todo significa nada…

-Tal vez debiésemos todos vivir en una cumbre, -dice entonces Flenario-. Por un tiempo al menos. Vivir y no vivir, me refiero…

-¿Quiere usted ir turnándose de la cumbre al valle, y cambiarse justo antes que comience aquello a perder significado? –pregunta Glucindo.

-Quiero y no quiero –dice Flenario-. Pero ante todo no quiero bajar. No esta vez, al menos.

-Comprendo –dice Glucindo.

-Miente – dice finalmente Flenario-. Usted comprende un poco, pero ante todo no comprende.

-Tal vez sea cierto –reconoce Glucindo.

-¡Por supuesto que es cierto! –digo yo.

Y claro, recién ahora, usted le pone nombre a la cumbre.

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