Como tenía buena memoria y cierta habilidad con los
números, ocurrió que unos amigos me hicieron inscribir en un concurso para
memorizar dígitos del número Pi.
Así, medio borrachos, en la Universidad, estuvimos
unas horas memorizando los que pude hasta que comenzó el concurso.
Antes de empezar, sin embargo, nos mostraron un
documental que hacía referencia a un extraño fenómeno que podría resumirse de
la siguiente forma: el número pi puede ser memorizado de mejor forma que
cualquier otro número de grandes cifras.
Es decir, si intentáramos memorizar un único número
extenso, tenemos mayor probabilidad de memorizar los dígitos que forman el
número pi, que los de cualquier otra cifra.
Suena a mentira, pero les invito a probar y verán
que es cierto.
De hecho, el récord mundial para a memorización de
un número distinto al de pi, llega a las 3327 cifras, mientras que el número pi
pudo ser memorizado hasta los 100.000 dígitos por el japonés Akira Hiraguchi.
En una entrevista a este personaje, que vi luego en
otro documental dedicado a la obtención de su récord, se buscaba indagar en las
razones de este fenómeno, ya que no existe patrón alguno en pi como para poder
facilitar su memorización.
A este respecto, el japonés del récord explicaba
que para memorizar el número, había debido “vaciar su mente de todo lo demás”,
e imaginar que el número en cuestión posee un ritmo, una especie de fuerza
interior poética que lo lleva, casi inconscientemente, a decir el decimal
futuro, como si fuese una consecuencia lógica… “la cadena íntima de una
sensación”.
Así, Hiraguchi señalaba que fue el cansancio y la desconexión afectiva, lo que llevó a
dejar de recitar aquel número, luego de las 16 horas que duró la obtención de
ese récord.
Por otro lado, dicha explicación, por asombrosa que
parezca, ha sido dada también por otros que han tratado de batir el récord,
señalando continuamente que no se trata, finalmente, de un experimento de
memorización de números, sino de la “correspondencia perfecta con una
experiencia” (Teshigahara, 2004) o “la repetición de un murmullo natural que se escucha cuando el silencio mental es
absoluto” (Wingarden, 2001).
Ahora bien… lejos de conseguir entrar en esta
armonía y muy lejos de una capacidad mnemotécnica importante mi experiencia en
el concurso fue desastrosa, pero la recuerdo igualmente con orgullo y
nostalgia.
Y es que lejos de intentar sumar una cantidad
importante de dígitos, recuerdo que cuando me acerqué al micrófono la vez
aquella del concurso, solo dije una pequeña palabra:
-Pi.
Me calificaron con 0, por supuesto, pero de cierta
forma intuí que había renunciado a comprender un secreto y me sentí más ligero,
más alegre incluso… más cercano a lo que debiese ser, estoy seguro, nuestra
verdadera naturaleza.
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