lunes, 13 de octubre de 2014

La constelación Redon.


De vez en cuadro logro ver pequeños seres de los creados por Redon.

Todos son extrañamente reconocibles y parecen buscar, insistentemente, un pasadizo para poder llegar donde su creador.

Son pequeños y simpáticos y a veces andan con pequeñas frutas bajo el brazo.

Intenté hablar con uno azul que cargaba una cereza, pero me ignoró y siguió con su marcha.

Finalmente, decidido a poder verlos más de cerca, me fabriqué una máscara de Odilon y me dediqué a esperarlos.

Fueron llegando de a poco y se instalaron cerca de mis pies.

Llegué a contar sesenta y siete.

Y claro… quizá me confié demasiado, pero lo cierto es que uno de los seres que se había encaramado por mi espalda  buscó con cuidado y descubrió los elásticos de mi máscara.

Minutos después empezaron los murmullos.

Luego comenzaron a irse algunos.

Yo, por cierto, no intenté detenerlos.

Ni siquiera di explicaciones.

Creo que uno me lanzó un garabato.

Otro me arrojó un cuesco de damasco.

Unos cuantos en blanco y negro se quedaron haciendo guardia, tratando de parecer amenazantes.

Un par de horas después, sin embargo, hasta los que parecían más amenazantes se fueron.

Solo entonces, decidí sacarme la máscara y descansar mi postura.

Justo entonces, sorpresivamente, un último ser salió desde dentro de un zapato.

Y bueno… me llamó por mi nombre y se sentó en una de mis rodillas.

Como era lo suficientemente pequeño como para no comprender, decidí sincerarme y confesar la verdad:

-No soy Odilon Redon –le dije.

-Ya lo sabía –me contestó, con sencillez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales