Un tipo se para frente a mí en una calle poco concurrida.
-Mi nombre es Paul Lazzaro –me dice.
Tiene una actitud desafiante y un rostro que recuerdo vagamente de
algún sitio.
-Mi nombre es Paul Lazzaro –repite.
Yo lo observo.
Lleva ropa vieja, gruesa, de tonalidades verdosas.
-Yo soy Vian –le digo.
El hombre mira entonces en varias direcciones y saca una pistola vieja
con la que me apunta al rostro.
-Mi nombre es Paul Lazzaro –vuelve a decir.
-Yo soy Vian –repito.
La escena es algo absurda, pero me tiene intrigado.
Y claro, intento acordarme quién es Paul Lazzaro.
-¿Fuiste alumno…? –alcanzo a preguntar.
-No -interrumpe-. Pero en cuanto recuerdes quién soy te reviento la
cabeza.
-Ya – digo yo.
Pasa un rato.
El hombre parece molesto y algo nervioso.
Como pasa una persona, por nuestro lado, esconde brevemente la pistola,
entre sus ropas.
Luego la vuelve a sacar.
-Dame una pista –le digo.
-La venganza –señala. Aunque no sé si respondiendo a mi pregunta-. Todo
es cuestión de venganza. Primero te acuerdas, luego te reviento la cabeza y finalmente
todo vuelve a su sitio.
-Menos lo que había en mi cabeza –aclaro.
Él asiente.
Pasa un par de minutos.
El hombre llamado Paul Lazzaro cambia de mano su arma. Parece algo
cansado.
Entre tanto, yo intento recordar.
-¿Eres Paul Lazzaro o tu nombre es Paul Lazzaro? –le pregunto.
Él no responde.
En cambio, me fijo que su índice derecho ha comenzado a apretar el
gatillo.
Suena una explosión.
Caigo al piso.
Antes de perder la consciencia unto mis dedos en mi sangre y escribo en
el suelo: Paul Lazzaro.
Cuando llega la ambulancia escucho que quienes me recogen comentan:
-Escribió su nombre en el piso…
-Sí… su nombre es Paul Lazzaro.
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