martes, 21 de octubre de 2014

El tipo ese, de verde, o el Teorema de los infinitos monos.


Lo intenté y no se puede, pero ojalá este texto pudiese tener dos puntos de partida.

Uno de esos puntos sería una referencia breve del teorema de los monos infinitos propuesto por Emile Borel en 1913, donde se afirma, en primera instancia, que es prácticamente seguro que un mono que pulse teclas al azar en una máquina de escribir durante un periodo infinito de tiempo pueda escribir un texto finito particular, como la Biblia.

El otro punto de partida, viene a ser la descripción de una imagen que me tocó ver hoy en el centro de Santiago mientras se filmaba una escena en la que un tipo vestido enteramente de verde llevaba un mono de peluche colgando de una especie de caña –también verde-, simulando que el mono volaba por el frontis de distintos edificios, en medio de la multitud.

Ahora bien, -más allá de la referencia al mono, que alguien podría mencionar como vínculo entre los dos puntos de partida que me hubiesen gustado que tuviera este texto-, me gustaría destacar que entre ambos “inicios” no reconozco vínculo alguno, o al menos no un vínculo consciente.

Otra cosa que intenté y que también comprobé que era imposible, fue seguir con las breves referencias a los distintos ámbitos que aborda este texto, a un mismo tiempo.

Por lo mismo, me gustaría agregar en primera instancia, respecto al supuesto mono dactilógrafo, que la disminución de variables bajaría drásticamente si hiciéramos algunos cambios en la propuesta. Por ejemplo: dos o más monos frente a distintas máquinas de escribir, o la eliminación de teclas numéricas y algunas secuencias de consonantes que no posee nuestro idioma.

Así también, aunque por otro lado, me gustaría señalar que el hombre de verde que portaba el mono de peluche, siguió vestido de la misma forma incluso después de terminar la grabación, mientras guardaban equipos y se alistaban para irse del lugar. Así, teniendo en cuenta que la vestimenta de verde lo condena a ser borrado de la edición final de esa escena, no pude evitar pensar que el hombre parecía estar dispuesto a ser borrado también de otros sitios.

Por último, -ya a solas, escribiendo este texto donde por lo general suelo vestirme de verde-, estaba pensando que de contar con infinito tiempo, bien podría cambiar mi biblioteca por una legión de monos que fuesen (re)creando así, aleatoriamente, una especie de biblioteca total, donde se contengan no solo todos los libros que existen actualmente, sino todos aquellos que ya se han perdido en la historia y hasta los textos por venir.

...

Ya ve, querido lector, que no somos tan importantes, después de todo.

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