“No tener esperanza es un lujo”
C. L.
Hubo un tiempo en que casi todo lo veía como un lujo.
Y asociaba el lujo a todo ello innecesario, o simplemente no esencial.
Así, caer en lujos me generaba una especie de culpa.
Un pesar pequeño, digamos.
Como la muerte de un grillo que has guardado en el bolsillo, con
especial cuidado.
Como el agua que arrojas a la tierra por amor a la tierra, pero que has
dejado de beber.
No amo la poesía.
Ni siquiera gusto de la poesía.
La poesía es un lujo innecesario para adornar el sitio en que
permanecen los que no saben vivir.
Y claro… el lenguaje también suele ser un lujo.
Orar incluso lo es, cuando ni siquiera hay certezas sobre aquello que
necesitas.
O cuando pides salud para tu hijo sin saber si quiere la vida solo para
sí mismo.
No se trata de resentimientos.
No se trata de amargura.
Se trata más bien de una honestidad que es el único lujo que debiese
permitirse.
Acepta eso al menos: no se trata de otra cosa.
Y es que me avergüenzo de mí cuando guardo verdades para mañana.
O cuando siento mi sangre en movimiento, como si exigiese otra cosa.
O cuando el punto final es puesto simplemente por mi cansancio.
Vergüenza.
Lujo.
Esperanza.
Como el agua que arrojas a la tierra por amor a la tierra, pero que has
dejado de beber.
Pero esos lujos le dan sentido a la vida. Creo...
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