miércoles, 22 de octubre de 2014

El milagro, pero no el santo.



Se cuenta.

Se espera.

Y a veces no.

Ese es el milagro.

Sobre todo cuando no se espera.

Cuando la mañana.

Cuando la nieve en pleno verano.

Cuando piensas que estás lejos.

Aunque no.

No es cuestión de ejemplos.

Se cuenta, simplemente.

Cuando respiras.

Cuando esperas.

Cuando no sucede nada.

Ese es el milagro.

¿Se entiende?

Ella no llegaba, pero había un viento fresco.

Incluso sol.

Incluso lluvia.

Pensabas que morías y viviste.

Y el reloj avanzó y las horas.

Y comprendiste que antes no habías comprendido.

Se cuenta.

Algunos esperan.

Cuando encuentran una forma en una nube.

Cuando anudan la corbata.

Cuando preparan huevos revueltos.

Ese es el milagro.

Nada sabes del santo.

No importa que no sepas.

Se cuenta que tal vez, incluso.

Que el santo no fue hombre.

Que no erró.

Que pidió el milagro para otros.

¡Pobre hueón, el santo!

Mejor no saber el nombre.

Mejor que no me hablen.

Que su historia sea para un dios de porcelana.

Puedes subirte a un árbol y mirar a la distancia.

Aguzar el oído hasta escuchar un río.

Cerrar los ojos hasta escuchar un nombre.

Ese es el milagro.

Olvidarlo.

Con amor, incluso, olvidarlo.

Eso se cuenta.

Ese es el milagro.

Eso se espera.

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