sábado, 25 de octubre de 2014

Tal vez en Lisboa.


Todo empezó porque estaba lloviendo. O más bien, porque estaba lloviendo y no me mojaba. Me refiero a que salí fuera porque estaba lloviendo y entonces descubrí que no me mojaba. Sí, así fue. Pensé entonces que estaba en un sueño, pero luego me dije que no. Debo haberme pellizcado o hecho alguna de esas cosas que recomiendan hacer para demostrar que no estamos dormidos. Así, convencido que estaba despierto, caminé por una calle y vi como caía la lluvia y no me mojaba. No sé bien como llegué entonces a entender lo que realmente sucedía. Yo no estaba ahí. Yo estaba en otro sitio. Me senté en un banco, bajo la lluvia y comencé a analizar dónde, realmente, podía encontrarme. Cerré los ojos. Creí percibir una temperatura agradable, algo cálida. Calculé 25 grados. Podía buscar en internet sobre los lugares en que hubiese esa temperatura, pero era un dato muy vago. Por lo mismo (para obtener más datos y descubrir la región en que me encontraba) intenté aguzar más mis sentidos. Así, logré percibir un olor a guiso de verduras… y me pareció escuchar una palabra en portugués. Seguí concentrado. Me pareció escuchar el tránsito de un tranvía. También creí oír pisadas sobre piedra. De vez en cuando otros murmullos. Estoy en Portugal, concluí. Tal vez en Lisboa. Respiré hondo. Me alegré de probablemente estar ahí.  No sé cuánto tiempo más estuve así. Intentando oír algo más. Oler algo más. Sentir… Debo haberme quedado dormido poco después. Estoy seguro. Me desperté ya de amanecida, sentado en una banca. Todo lo que me rodeaba estaba mojado, por la lluvia. Todo menos yo. Me levanté. Salté unos charcos, por costumbre.  Volví a mi habitación.

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