martes, 2 de octubre de 2012

Blanco como Dios.



La nave espacial descendió suavemente sobre la nieve.

Casi como un copo.

De hecho fue una sensación plena, para los que estaban dentro.

-¿Morir será así? –preguntó uno de ellos.

Nadie le respondió.

Luego bajaron de la nave.

Ninguno hablaba.

Todo era blanco como Dios, pensaban.

Y es que ellos lo habían visto en otro de sus viajes.

Habían estado frente a Dios y luego visitaron otros lugares.

Y es que a Dios podían volver en cualquier momento, pero los lugares eran frágiles.

Podían desaparecer.

Quebrarse.

Apagarse de a poquito.

Por eso ahora, en la nieve, todo parecía ponerse en orden.

En orden blanco.

-Lo peor que puede sucederle a alguien, es no ser usado -dijo entonces uno.

Y claro, en principio, los otros pensaron en la nave, como ese alguien.

Luego, sin embargo, todos fueron pensando en otras cosas que a veces no usamos.

Esas que nacen y mueren para nadie, como la nieve.

Así, no faltó quien pensó en un mundo, o en una estrella, o en una flor.

Y sí… hasta hubo uno que pensó en el corazón.

-Todo puede desaparecer sin ser usado –concluyó aquel.

-Todo menos Dios –corrigió otro.

Luego dieron unos pasos más, sobre la nieve, antes de caer.

Y es que suave cayeron, como copos.

-¿Morir será así? –preguntó uno de ellos.

Nadie le respondió.

Por último, el cielo adquirió unos tonos extraños.

Volvió a nevar.

3 comentarios:

  1. "A Dios podían volver en cualquier momento, pero los lugares eran frágiles... podían desaparecer, quebrarse... apagarse de a poquito"
    Hermoso.

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  2. Estas narraciones tuyas tienen una calidez especial que las ubican en el límite entre la pura inocencia y la trascendencia más elaborada. No sé si me explico...
    Un abrazo

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