jueves, 25 de octubre de 2012

¿Por qué la carne tiene sabor a carne?



Un hombre se me acerca en un bar, tras terminar de ver un partido de fútbol.

-¿Usted cuenta cuánto toma…? –me pregunta.

Yo no sé qué decirle.

-Porque yo no cuento y por eso me cagan… -continuó-. No me gusta contar… hay hueás que no se debieran contar…

-¿Contar de decir o de numerar? –le pregunté.

-De poner números, po hueón… -me aclaró-. Esa hueá es fea… ¡todos los hueones cuentan! ¡Todo el rato!

-…

-Ahora mismo… todos los hueones contando –siguió-. Cuánto toman, cuántos goles necesitan, cuánto rato queda… cuánto dejar de propina… ¿no encuentra feo eso…?

-Eh… no… No tanto.

-¡Cómo que no…! Si es fea esa hueá… No hay pa qué contar en la vida, si la vida es una no más… y las hueás importantes también… ¿acaso se puede contar la sangre?

-En litros sí –le dije por molestar.

-¡No po, hueón…! –se enojó-. ¡Esa hueá no es contar! Yo digo que cuántas sangres tenís…

-¿Cuánta sangre?

-¡No po…! ¡¿Cuántas?! ¿Cuántas sangres…?

-Eh… no se puede decir… -admití.

-No po, hueón… eso te decía… las hueás que podís conocer de verdad… las hueás importantes pa uno, no se cuentan… ¿Sabe por qué nos confundimos?

-¿Cómo…?

-Que si sabe por qué nos confundimos y pensamos que contar es importante…

-No –le dije.

-Porque Dios nos hizo dedos de más… -me explicó-. No tenía pa qué hacernos más dedos… eso era pa puro tentarnos… igual que con el libre albe… alberrd...

-¿Albedrío? –lo ayudé.

-Sí, igualito que con esa hueá… nos confundió enteros con hacernos más dedos… eso era dar entrada al demonio no más…

-¿Al de moño? –pregunté apuntando a un tipo de pelo largo.

-No po, hueón… al diablo… no me agarrís pal hueveo que te estoy hablando en serio…

El hombre me miraba algo molesto.

-¿Acaso sabís como es el diablo, pa burlarte…? –me preguntó entonces.

-Eh… no... No sé.

-El diablo es un hueón contando… un puro hueón que cuenta…

-¿Y qué cuenta?

-Cuenta hueás pencas no más, po… -me dijo, como si fuera obvio-. Si las hueás importantes no se cuentan… ya te dije… pero lo malo es que los hueones lo imitan…

-¿Y los hijos? –le pregunté.

-¿Qué pasa con los hijos?

-¿Acaso no se cuentan los hijos?

-¡No po hueón! ¡No hay que contarlos, hay que ser papá no más, de los que hayan…!

Seguíamos hablando cuando llegó el garzón a exigirle el dinero al hombre… especificándole la cantidad de tragos y de dinero que debía pagar…

-¡No contís, hueón…! –le gritaba el hombre, amenazante-. ¡Me da lo mismo si decís que tomé cuatro o seis o la hueá que sea de vasos…! Yo tomé alcohol y tú querís dinero… y aquí está…

Acto seguido el hombre le entregó varis billetes al garzón, bastante más que lo que le pedían, por cierto.

-¡Ve que es feo contar! –volvió a decirme entonces.

Yo asentí.

-Lo que pasa es que nadie se hace problema con las hueás feas… aunque sean obvias –siguió-.Y aunque nos ensucien…  Es igualito que con el sabor de la carne…

-¿Qué pasa con el sabor de la carne?

-Que todos los hueones dicen que la carne tiene sabor a carne, pero no saben por qué… -intentó explicar.

-No lo comprendo -admití.

-¿Qué cosa?

-No sé… la conexión de lo que dice –le aclaré-. Además… ¿Por qué se supone que la carne tiene sabor a carne, según usted?

-¿Por qué la carne tiene sabor a carne…?  -repitió.

-Sí.

El hombre pareció entonces pensarlo un poco, pero justo cuando parecía que iba a contestar, se cayó de golpe.

Y claro… yo me quedé con la pregunta como título.

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