miércoles, 24 de octubre de 2012

No voy a morir.



Todo partió como un juego. Uno nervioso claro, porque incomoda cuando presionan ofreciéndote un servicio, un producto u otras cosas de ese estilo.

Esta vez se trató de un cementerio que insistía en que resolviera de una vez por todas, el problema de la muerte. Porque la muerte es inevitable, me decía la mujer, mientras volvía a preguntar si yo tenía resuelto o no aquel tema.

-¿Se refiere usted al tema de la muerte? –quise confirmar.

-Por supuesto, señor Vian, por eso lo llamamos –me dijo-. Usted nos había dado estos datos y quisimos entregarle información a tiempo…

Hice cálculos mientras la mujer hablaba pues me había llamado a un celular que yo daba por muerto, y que había encendido únicamente porque se me rompió el reloj despertador y lo iba a utilizar con esa función.

-¿No cree que es tiempo ya de ocuparse de esos asuntos, señor Vian? –escuché entonces que me decía.

Yo me quedé en silencio.

-¿Cuántos años ha vivido ya, señor Vian? –insistió.

-Poquitos –dije yo-. Es que soy profe…

Ella no entendió y yo consideré aquello demasiado triste como para explicarlo.

-Según la información que manejo usted nació hace 33 años -continuó.

-Sí –confirmé-. Es correcto.

-Pues es una edad justa como para comenzar a preocuparse por la muerte –señaló-. Además, según la información que tengo, usted no tiene ninguna solución para cuando nos deje…

-Eh… ¿solución?

-Sí… me refiero a un espacio, señor Vian… tumba, servicios fúnebres… ¿ha pensado que eso puede incomodar o crear dificultades a quienes lo sobrevivan?

-Eh, no… pero sabe…

-Pues teniendo en cuenta aquello creo que tenemos buenas noticias para usted, y es que esto suele parecer difícil, aunque en realidad…

Yo intentaba interrumpir. Sin éxito.

-Si quiere podemos visitarlo y compartir información... Justamente este mes tenemos promociones que pueden interesarle ya que…

Fue entonces que, tras una nueva serie de intentos por cortar la comunicación, me escuché diciendo una frase que no esperaba.

-Es que no voy a morir, señorita.

-¿Qué dice, señor Vian?

-Que no se moleste… Yo no voy a morir.

Ella guardó silencio.

Y claro… parecía una tontería. Una más de aquellas frases que nacen cuando me siento en apuros y que lanzo sin pensar.

Sin embargo, tras detenerme un momento en aquella frase, me sorprendí yo mismo… pues había dicho algo que me pareció, sin duda, una verdad…

-No voy a morir –repetí, todavía sorprendido.

-¿Está usted bromeando, señor Vian? –dijo ella.

-No –contesté-. Es cierto.

Ella volvió entonces a quedar en silencio y luego colgó, sin agregar nada.

Yo, en tanto, volví a apagar el teléfono y fui a anotar la frase en un cuaderno donde escribo las pocas palabras que estoy seguro que son ciertas.

No voy a morir. Escribí, con letra clara.

No voy a morir.

3 comentarios:

  1. No voy a morir aunque me paso la vida dando clases, no me muero, dicho y hecho.

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  2. "-¿Cuántos años ha vivido ya, señor Vian?

    -Poquitos –dije yo-. Es que soy profe…"

    Un chiste tierno y cruel, colega.

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