La nave espacial descendió suavemente sobre la nieve.
Casi como un copo.
De hecho fue una sensación plena, para los que estaban dentro.
-¿Morir será así? –preguntó uno de ellos.
Nadie le respondió.
Luego bajaron de la nave.
Ninguno hablaba.
Todo era blanco como Dios,
pensaban.
Y es que ellos lo habían visto en otro de sus viajes.
Habían estado frente a Dios y luego visitaron otros lugares.
Y es que a Dios podían volver en cualquier momento, pero los lugares eran
frágiles.
Podían desaparecer.
Quebrarse.
Apagarse de a poquito.
Por eso ahora, en la nieve, todo parecía ponerse en orden.
En orden blanco.
-Lo peor que puede sucederle a alguien, es no ser usado -dijo entonces uno.
Y claro, en principio, los otros pensaron en la nave, como ese alguien.
Luego, sin embargo, todos fueron pensando en otras cosas que a veces no
usamos.
Esas que nacen y mueren para nadie, como la nieve.
Así, no faltó quien pensó en un mundo, o en una estrella, o en una flor.
Y sí… hasta hubo uno que pensó en el corazón.
-Todo puede desaparecer sin ser usado –concluyó aquel.
-Todo menos Dios –corrigió otro.
Luego dieron unos pasos más, sobre la nieve, antes de caer.
Y es que suave cayeron, como copos.
-¿Morir será así? –preguntó uno de ellos.
Nadie le respondió.
Por último, el cielo adquirió unos tonos extraños.
Volvió a nevar.
"A Dios podían volver en cualquier momento, pero los lugares eran frágiles... podían desaparecer, quebrarse... apagarse de a poquito"
ResponderEliminarHermoso.
Estas narraciones tuyas tienen una calidez especial que las ubican en el límite entre la pura inocencia y la trascendencia más elaborada. No sé si me explico...
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias. Un abrazo tb.
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