domingo, 14 de octubre de 2012

La segunda sangre.


Para evitar que llorásemos de pequeños, mamá nos dijo que eso que salía de nuestras heridas no era sangre, sino otro fluido igual de rojo, pero menos importante que la sangre.

-No te asustes, que eso no es sangre… –recuerdo que decía mientras nos limpiaba, un poco brusca.

Los tres hermanos le creímos, con cinco años de diferencia cada uno, aunque la mentira siempre fue la misma.

-Si fuese sangre dolería más… -nos decía-. Fíjate… ¿te duele tanto, acaso…?

Y claro, uno se concentraba un poco en sentir el dolor y descubríamos entonces que era algo soportable… y nos tranquilizábamos un poco.

No recuerdo ahora el nombre exacto con el que nombrábamos la sangre, pero debe haber sido algo ridículo, pues ya de grandes nos avergonzábamos incluso de contar aquel engaño.

Así, fueron pasando cortes, heridas y sangrado de nariz, sin que nos pareciesen en realidad cuestiones de seriedad… hasta que sin darnos cuenta comenzamos a llamar aquello con su verdadero nombre.

En mi caso, sin embargo, recuerdo el momento exacto en que me di cuenta que todo era engaño.

Me había hecho un corte en la mano con un vidrio y la sangre salía impulsada con gran fuerza.

Entonces, recuerdo que pensé que la sangre era impulsada gracias a que el corazón la bombeaba –lo debo haber aprendido justo en esa época-, y llegué a la concusión que la única manera de que eso no fuese sangre, era que tuviésemos, además, un segundo corazón.

Y claro, se lo pregunté a mi madre… y luego confirmé con mis propios latidos.

Siempre había sido sangre, me dije. Y no me pareció tan extraño, después de todo.

Y es que con el tiempo, me ha tocado ver cómo esta idea de la segunda sangre es un método común incluso en gente adulta y aparentemente sensata.

No importa si se usa para negar que algo fue realmente amor, o si aquellos que se alejaron eran verdaderamente amigos… lo importante parece ser no reconocer que perdemos algo importante, y restarle valor al dolor que nos aqueja.

Así, supongo, se hace más fácil seguir adelante sin poner en juego nuestra verdadera sangre, nuestro verdadero corazón… y nuestra verdadera vida.

Una bella hipocresía, sin duda.

Nada más.

1 comentario:

  1. ¿En qué punto la mentira piadosa se transforma en peligrosa hipocresía?...para meditar...
    =)

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