Como un ejemplo vinculado al emprendimiento, hoy
nos visitó en el colegio el borrador de tatuajes.
Trajo sus instrumentos de trabajo, gran cantidad de
fotografías que ubicamos en paneles y hasta preparó una presentación para
explicar a los alumnos sobre su empresa.
De esta forma, nos fue contando sobre su labor, que
consistía, como podrá suponerse, en borrar los tatuajes que algunas personas
deseaban no tener más, sobre su piel.
Nos enteramos así, que el borrador de tatuajes
había sido en sus inicios precisamente un hacedor de tatuajes, pero había
entendido, rápidamente, que en ese rubro había mucha competencia y debía buscar
una ruta alternativa.
Además, agregó, había comenzado a darse cuenta que la
gente quiere siempre tachar lo que ha sido, o ha creído ser, anteriormente… y
está dispuesto a pagar lo que sea por lograr aquello.
Luego, la presentación siguió especificando técnicas,
gastos y compartiendo la facturación de su último año, que superaba con creces
la que yo podía obtener trabajando 114 años como profe, calculé.
Pero ese no es el punto.
Entonces, los chicos hicieron preguntas. El hombre
dio ejemplos. Nosotros agradecimos la visita.
Luego el lugar quedó vacío.
Y claro, yo fui viendo poco a poco cómo se vaciaba
aquel lugar.
De hecho, me ofrecí a guardar las cosas, ordenar un
poco y desmontar los paneles de fotografías.
Y ese sí es el punto.
Me refiero a la profunda tristeza que transmitían
cada una de esas fotos de pieles tachadas, mientras yo las volvía a ordenar, en
un lugar que también había quedado vacío.
Y es que no se trataba solo de borrar palabras,
sino creencias…. y eran esas raíces las que parecían existir aún, bajo la piel,
en aquellas fotografías.
Todo estaba en silencio.
Fue entonces que un chico volvió a la sala,
silenciosamente, y me preguntó con afecto, si es que estaba bien.
Yo contesté que sí.
-Quizá usted también algún día, va a querer quemar
su biblioteca -me dijo.
Yo guardé silencio.
-Ojalá que no lo haga –agregó, finalmente, antes de
salir.
Hay tachones y borrones que después de hechos, nunca se enmiendan!
ResponderEliminarUn abrazo