miércoles, 31 de julio de 2024

¡Qué saben ellos de...!


I.

Su corazón, decían, era neutral y tibio, como Suiza.

Perfecto y ajeno, al mismo tiempo.

De postal, decían otros, mas no de realidad.

Un corazón claro y sin secreto, coincidían.

Ahora bien, ¿otra forma de decirlo?

Hay muchas, es cierto, pero elijo esta:

Un corazón con lagos quietos.


II.

Ella, sin embargo, reclamaba.

No por los adjetivos, en todo caso.

Lo que en realidad la molestaba era que los otros
se sintiesen con derecho de intrusear su corazón.

¡Con qué derecho…!, se quejaba.

¡Qué es lo que ven cuando me ven!

Y por último:

¡Qué saben ellos de Suiza…!


III.

Es cierto.

Al menos en mi caso puedo reconocer que es cierto.

Prácticamente no sé nada de Suiza.

Igualmente, cuando decía lo de los lagos quietos,
imaginaba una postal que bien podría haber sido de aquel país.

Una postal con una imagen tan idealizada
como la que suele tenerse del corazón, sin conocerlo.

Un lugar hermoso, sin duda, pero donde el verdadero corazón se te puede estancar.

No hundirse, en todo caso, pero sí estancar.

Y flotar entonces sobre esos mismos lagos, que te nombraba antes.

Como hacen los muertos.


IV.

Lamentablemente, ella no aceptó mis disculpas cuando me acerqué a dárselas.

De hecho, alegó diciendo que ni siquiera yo entendía de qué me quería disculpar.

Seguía tan molesta que ni siquiera intenté defenderme.

Así, por último, terminé disculpándome por haberme disculpado.

Me sentía tan estúpido que hubiese preferido terminar aquello sin decir más.

Con una frase a medias, incluso, igual que aho

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