domingo, 7 de julio de 2024

Soñé que era un levantador de pesas.


Soñé que era un levantador de pesas. Uno profesional, digamos, o que al menos vivía de eso. Que entrenaba varias horas al día y que me pagaban por ganar medallas o posiciones destacadas en algunas competiciones. En el sueño ya era viejo, digamos, como ahora, pero al parecer los otros me veían como si fuese más joven. Y más fuerte, por supuesto. Me refiero a que me recomendaban cosas sobre el futuro, sobre tener la actitud correcta al entrenar… intentaban motivarme, ya saben. Esas cosas que les dicen a los jóvenes y más aún, supongo, cuando esos jóvenes son deportistas y necesitan esforzarse al máximo.

Pero claro, internamente al menos, ocurría que yo seguía siendo mi yo actual, y todo eso que los otros me decían me sonaba a engaño. Además, sentía bastante absurdo el asunto ese de levantar pesas, por lo que el sueño se volvió desagradable al poco tiempo, más allá de lo extraño que me resultaba.

Aún así, rescato del sueño no el momento mismo de levantar sobre tus hombros la pesa, sino aquel en que terminas por dejarla caer, y ves cómo esta rebota en el piso y todo está, de cierta forma, terminado. Bien terminado, incluso.

-¡No está mal…! -dice entonces mi entrenador, en el sueño-. No está nada mal… ¡Vamos ahora por cinco kilos más!

Y claro, aunque uno no quisiera lo cierto es que terminabas al final haciéndole caso, principalmente porque había que seguir siendo lo que éramos, en el sueño, pero también por una pequeña y extraña voluntad que sentías de pronto dentro tuyo y que te impulsaba a continuar.

¡Vaya novedad sentir aquello!, recuerdo que me dije.

¡Vaya novedad!

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