domingo, 14 de julio de 2024

Una lombriz me lanzó un improperio.


I.

Una lombriz me lanzó un improperio y se escondió bajo tierra.

Con apenas un hilo de voz, lo lanzó.

Probablemente, si yo no hubiese estado justo inclinado sobre la tierra, no lo habría notado.

Y también probablemente, de no haberme sorprendido tan grandemente la situación, la habría atrapado de inmediato.

¡Cobarde y rastrera lombriz!, me dije.

Y comencé a cavar.


II.

Bueno, no sé si “cavar” sea exactamente lo que hice.

Más bien arañé la tierra e hice surcos para intentar dar con aquella lombriz.

No fue tan difícil pues la tierra estaba húmeda por las lluvias del último mes.

Lamentablemente, mi poca experiencia arando la tierra, y menos aún, buscando una lombriz, me llevó a una situación caótica en la que no observé resultados productivos.

Más aún, pensé que tal vez, en mi afán por encontrar a la lombriz, podría haberla arañado también a ella y partido en dos.

Y he aquí que surgió otro problema:

¿Y si se trataba de una de esas lombrices que divides y luego existen independientemente?

¿A quién debería castigar entonces por el anterior improperio?

Sin respuestas sensatas para mis preguntas, me dediqué a observar.


III.

Observé entonces y descubrí, entre la tierra, una gran cantidad de hormigas que recomponían un camino.

También observé un par de chanchitos de tierra y hasta una araña, que pasó cerca de uno de mis pies.

Sin embargo, no logré ver a la lombriz que había originado aquella trifulca.

Debe haber previsto todo esto, me dije entonces.

No comprendo con qué fin, pero debe haber previsto todo esto.

Finalmente, para no seguir su juego y dar por terminado el asunto decidí decir en voz alta:

-¡Si es por recibir improperios, yo mismo me los he dicho más graves! -lancé.

Y sí… quizá exageré un poco, con el volumen.

De hecho, los chanchitos de tierra se hicieron bolita al oír mi voz.

Yo, en tanto, entré mejor en la casa, y de inmediato comencé a olvidar aquel asunto.

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