miércoles, 18 de enero de 2023

Perdemos cuando ganamos.


Reunió sobre la mesa decenas de bolitas que hizo con las migas de un pan.

Llenó con ellas, toda la cubierta de la mesa.

A una distancia uniforme unas de otras, distribuyó aquellas bolitas.

Por toda la superficie, las distribuyó.

Para poder hacerlo, en primera instancia desocupó la mesa.

Lo hizo, simplemente, sin pensar.

Sin saber por qué ni para qué, pero lo hizo.

Solo cuando la cubierta de la mesa estuvo llena, se detuvo.

Luego observó todo aquello por un buen rato.

No intentó reflexionar ni comprender, solo observar.

De pronto, observó también sus manos vacías y descubrió que el pan había alcanzado justo.

No lo calculó en ningún momento, pero se alegró de que el proceso había concluido con una perfecta correspondencia.

No le pareció casualidad.

Nada le parecía casualidad, mientras observaba las bolitas.

Parecía concentrado.

Ahí de pie, sonriente, frente a la mesa cubierta de bolitas de miga.

No las contó, por supuesto, pero eso parecía.

Iba de una en una, deteniéndose, como si las fuera descubriendo.

Como un antiguo navegante que comienza recorrer una a una un conjunto de islas.

Esa imagen, por cierto, fue la que lo detuvo.

Y es que se asustó un poco al pensar que aquellas islas, carecían de faros.

Creé esas islas, sin saberlo, pero las creé vacías.

Perfectas y vacías.

Perdemos cuando ganamos, se dijo.

Así es, finalmente, como perdemos.

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