lunes, 30 de enero de 2023

Aparecer en una postal


Entre trago y trago me confesó que quería aparecer en una postal. Una postal cualquiera. Una de esas que compras como recuerdo al visitar alguna ciudad. Puede parecer algo egocéntrico a primera vista, pero lo cierto es que, tras escucharlo, comprendí que no pedía demasiado. No le interesaba que se tratase de una gran ciudad ni tampoco pretendía ser el elemento central de la imagen. Me refiero a que no quería un retrato ni nada parecido. Solo aparecer en una postal. Daba lo mismo cómo. De pie en el fondo sin siquiera mirar a cámara. Comprando un periódico frente a un kiosco. Caminando a solas llevando un libro en una mano. Le bastaba con eso, explicó. Aparecer pequeñito en una postal y un día encontrarla por ahí, a la venta entre una serie de cosas viejas. Ajada, incluso. Con un mensaje pobre tal vez escrito atrás. Gastada por el tiempo. Encontrarla y recordar entonces, claro. No la ciudad en concreto ni el lugar, sino recordarse uno mismo, al verse en la imagen. Caminando así. Descuidado. En medio del trayecto entre dos puntos que no aparecen en la imagen y que poco importan. Decir “eso soy yo” o “ese era”, en voz baja. Decírselo uno mismo, incluso. Emocionarse con eso, un poquito. Aparecer en una postal.

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