lunes, 2 de enero de 2023

Si yo fuese una piscina, dijo ella.


Si yo fuese una piscina, dijo ella, sería parejita. Nada de desniveles, en el fondo. Nada de profundidades innecesarias. Nada de sectores aptos para uno u otro tipo de persona. Yo sería una piscina parejita. Lo único que variaría, tal vez, sería el agua. La cantidad de agua, me refiero. Después de todo, llenar la piscina hasta los bordes es simplemente una costumbre que puede ser reemplazada por otra. Y no depende de uno, a fin de cuentas, esa variable. De uno depende el fondo, simplemente. La estabilidad o el desnivel de fondo. O los costados, si se quiere. Todo lo demás es accesorio. Accesorio, ajeno y pasajero, inclusive. Y es que el agua no es, si lo piensas, parte esencial de la piscina. Tampoco aquellos que ingresan ahí. Me refiero a que ellos saldrán tarde o temprano. Aunque no quieran deberán salir. El agua será cambiada. Por más filtro que haya el agua será cambiada. La piscina, en tanto, seguiría ahí. Es el agua quien se adapta a ella. Y una piscina parejita no hace sino servir de ejemplo al futuro nivel del agua. Sí… eso sería si fuese una piscina.

Pero resulta que no lo eres, dijo él, luego de un rato.

No, no lo soy, admitió ella, mirándolo de frente, con un tono distinto. 

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